17 de octubre de 2015

Cuando me hablaron de vos, recuerdo que mencionaron que arreglabas las cosas con las manos. Yo lo entendí como una frase hecha, luego me tiré en el sofá. Agarré una cerveza y después un par más.
Me quedé colgada con la música de fondo y la tristeza aparcada. Pensé en vos y había más de cinco motivos, pensé, con la mano levantada.
Hice un índice de nuestro cuento que me hizo levantar el pulgar, simular que todo estaba bien. Volví a anular todos tus recuerdos y lo hice de todo corazón.
Seguíamos paseando en mi cabeza de la mano.
Cuando me volvieron a hablar de vos, yo ya no paraba de hacerlo. Y recuerdo que me escuchaban y no les sorprendía nada mi cara de imbécil al mostrar el resultado de tú inversión en mis noches.
Y seguían hablándome de vos, y las estaciones seguían hablando de mi. El tiempo me seguía hablando de lo nuestro, y yo no pasaba las hojas del calendario, para que el tiempo se me dejara de escapar.
Di un salto y tiré del reloj. Cayeron las horas al suelo, se rompieron nuestros minutos. Se deshizo el miedo que tejimos y empezamos a cosernos el corazón.
No supe adaptarme a tú rabia, ni tu rabia a mis domingos y te olvidé en la boca del subte. Como se olvida lo que se cree un error.
Me tiré a dormir un par de meses. Al despertar me volvieron a hablar de vos.
Y entre más cervezas, cigarrillos y tormentas me recordaron que si hay algo más duro que tenerte cerca, es la triste estabilidad de sentirte lejos.